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La mejor escena de Bruce Lee

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Si leíste la otra entrada sobre la naturalidad innatural habrás observado que había algo más que puñetazos, patadas y gritos en su vida. Algunas de esas ideas se vieron reflejadas en sus películas, aunque la mayoría de veces uno al ver este tipo de películas no se suele fijar en estos detalles.

Bueno pues para mi la mejor escena de Bruce Lee en cualquiera de sus películas es justamente una en la que no hace nada.

Si no has visto la película “Operación dragón” te cuento rápidamente la secuencia con algunas capturas, ya que los vídeos de películas al final acaban desapareciendo de la red:

Aquí estoy repartiendo hostias como panes a todo el que se pone por delante.

Aquí estoy repartiendo hostias como panes a todo el que se pone por delante.

Intento avanzar dentro de la cueva y me cierran la puerta de golpe, cuando me giro para volver sobre mis pasos me cierran la otra salida.

Intento avanzar en la cueva y me cierran la puerta de golpe, cuando me giro para volver sobre mis pasos me cierran la otra salida.

Estoy atrapado y no puedo escapar. Acepto la realidad ya no que no puedo hacer nada.

Estoy atrapado y no puedo escapar. Encerrado bajo losas de piedra maciza poco puedo hacer.

Ya no sriven de nada ni mis patadas ni patadas, ni ninchakus, ni cualquier estado de excitación gratuita que me dañaría solo a mi. Espero de forma relajada a tener de nuevo alguna oportunidad de escapar.

Ya no sirven de nada ni patadas, ni puñetazos, ni ninchakus, ni cualquier estado de excitación gratuita que únicamente me dañaría moralmente. Espero de forma relajada a tener de nuevo alguna oportunidad de escapar.

Esto que parece una tontería y que viendo la película lo único que piensas es, -venga, a ver si aparece el malo y le suelta una patada voladora de las suyas-, es en mi opinión uno de los mejores consejos que pueda darte nadie.

Mi amigo Bartolo, que no es muy avispado y tiende a quedarse en la superficie, después de leer esto y reflexionar un poco llegaría a la brillante conclusión de que ante cualquier problema lo mejor que podría hacer es sentarse en el suelo y esperar a ver que pasa, al igual que hace el maestro Bruce.

Obviamente no se trata de eso.

Es algo muy sencillo, pero al mismo tiempo difícil de hacer si estás acostumbrado a hacer lo contrario. Empieza con cosas más o menos triviales y ve subiendo de dificultad. No pretendas de la noche a la mañana presentarte antes una situación muy estresante y actuar como una barra de hielo.

Después de una conveniente aclaración, Bartolo entendería que la escena es simplemente una metáfora. No obstante ahora pensaría que ante cualquier problema lo que sería correcto sería actuar con resignación.

De nuevo está en un error, una cosa es resignación y otra aceptación. Y por supuesto lejos de cualquier especie de pasotismo.

Bartolo entendería el matiz aunque no acaba de saber como puede aplicar esta enseñanza para el día a día.

Ejemplo práctico del día a día.

Has salido un poco tarde de casa, miras la hora y ves que tienes el tiempo justo para llegar, la cita es bastante importante. Enciendes el coche, conduces con decisión, tomando el camino más corto, adelantando cuando es oportuno y con todos los sentidos alerta.

De pronto un camión bastante largo en una carretera de doble sentido, donde es imposible adelantar durante un buen rato, una señal te lo impide y vienen curvas sin visibilidad. Y además para mayor desesperación es el trailer de Coca-cola.

¿Querías llegar pronto?

<troll> ¿Querías llegar pronto? </troll>

En este punto tienes 2 opciones. O actúas como lo haría la mayoría o recuerdas la escena de Bruce Lee.

Como la mayoría

Propinas cuatro o cinco improperios al pobre conductor del camión. Dos más a coca-cola. Miras la hora. Vas en tercera marcha con el motor revolucionado. Tu espalda está despegada del respaldo con los músculos del cuello tensos. Vuelves a mirar la hora. Piensas en todas las futuras ramificaciones posibles que pueda tener el hecho de llegar tarde. Te acercas demasiado al camión, pisas el freno, pero vuelves a acelerar para mantenerte pegado. Estás nervioso. Cortisol aumentando. Ladeas el coche para ver que hay delante del camión aunque no puedas adelantarlo. El depósito de gasolina haciendo remolinos. Dedicas más improperios a coca-cola y a lo que te hizo salir tarde de casa. Aprietas el volante con fuerza aunque no haga falta. Miras la hora de nuevo. La radio te está estresando más, intentas cambiar de emisora mientras vuelves a repasar las futuras consecuencias que podría tener estar unos kilómetros más a este ritmo tan lento. Te estás poniendo realmente nervioso. Miras el móvil. Frenas. Vuelves a acelerar. El motor del coche revolucionado, y el tuyo biológico también. La hora. El futuro. El pasado. La tensión.

Finalmente, al cabo de 12 minutos de angustia y nervios, una señal te indica que puedes adelantar.  Una recta libre. Pisas a fondo y adelantas. Tras una última carrera a pie, llegas al destino a las 11:35 con el estrés por las nubes.

Como Bruce Lee:

No hay ninguna posibilidad de adelantar. Pongo quinta. El coche baja de revoluciones y no necesito acelerar y frenar, ahorro combustible. Las piezas del motor sufren menos. Presto atención a la conducción y disfruto del paisaje. Nivel hormonal en reposo.

Finalmente, al cabo de 12 minutos de relajación, una señal te indica que puedes adelantar.  Una recta libre. Pisas a fondo y adelantas. Tras una última carrera a pie, llegas al destino a las 11:35.

Bartolo finalmente entiende el mensaje y recuerda un antiguo proverbio chino:

Si un problema tiene solución, ¿de qué te preocupas?. Y si no la tiene, ¿de qué te preocupas?


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